viernes, 20 de junio de 2014

¿Enfermedades físicas o emociones enquistadas?

Hola a todos, 

En esta ocasión me gustaría hablaros del origen de vuestras enfermedades físicas
Hagamos una pincelada de esos monstruos que atormentan tanto a vuestra mente: las emociones, las fobias y los miedos.

Estos imputs negativos yacen en vuestra mente y se convierten en emociones enquistadas, las cuales se almacenan en vuestra alma que, como ya sabéis, tiene forma de ánfora. Y es aquí dentro donde dichas emociones se transforman en energía negativa. Y cuando ya no caben se desbordan y se expanden por vuestro cuerpo físico, anclándose siempre en vuestros puntos más débiles. Estas emociones son las causantes de que tengáis un sin vivir constante.

Es bueno que exterioricéis vuestras emociones. Y si os resulta muy difícil, pedid ayuda profesional. Buscad una solución en esta vida, evitando así que os las llevéis a una próxima vida. 
Cuando trabajo en terapia regresiva compruebo la cantidad de vivencias traumáticas de vidas pasadas que lleváis muchos de vosotros. Mis años de experiencia ayudando a la gente me han ofrecido la oportunidad de crear mi propia terapia con mi sexto sentido. Gracias a él, visualizo en la persona el alma, el aura y los chakras, además de sus bloqueos emocionales y las consecuencias que le pueden conllevar y desencadenar en su cuerpo físico. Incluso visualizo si tiene deudas emocionales pendientes con personas fallecidas.

Trabajando las emociones nocivas entramos en un equilibro físico, psíquico y emocional que nos lleva al bienestar y a obtener una evolución óptima para que, cuando volvamos a

aterrizar en otra vida, obtengamos la oportunidad de disfrutar de una vida más placentera

y gratificante.

Todos tenemos marcada una fecha de caducidad, en la cual sería positivo partir con nuestra mochila llena de vivencias enriquecedoras y recordando solamente a esas personas que han aterrizado en nuestro camino y con las que hemos experimentado lo que es el amor, y que deseamos volverlas a encontrar en futuras vidas.

Núria Fernández