lunes, 29 de diciembre de 2014

La fe

¿Cuántas veces en nuestro camino de la vida, nos desvanecemos y sentimos que nos inunda la tristeza, la frustración o la soledad

En ese momento, en nuestro interior reina un vacío. Nos pueden hablar muchas personas alrededor, pero nosotros nos sentimos alienados y solos, en un mundo que parece como si no encajara con nuestra manera de ser, de hablar, de actuar, etc.

Cuando se nos rompe el corazón, sea por un desamor, el fallecimiento de un ser querido, la pérdida de nuestro trabajo, la decepción de una amistad, etc., nos sentimos dominados por la pena y el desencanto. No creemos en nada ni en nadie y sólo nos gustaría poder morirnos y dejar de sufrir…


Pero no. No es así. La vida está marcada por una evolución y, ligada a ésta, una lucha constante por vivir o sobrevivir. Y, por más pruebas que nos pongan, debemos luchar. Recuerda que no estamos solos, ya que nuestros seres queridos desde otro plano energético nos ayudan cuando pueden.

Además, tenemos siempre el amor incondicional de esa fuerza o energía superior que nos escucha y que nos apoya. Cada persona le pone un nombre, dependiendo de su lugar de origen y de su religión: DIOS, ALÁ, BUDA, SHIVÁ, KRISNÁ, etc.

Para mí es una fuerza superior, una energía que todo lo ve y que todo lo siente. Pero Él no es el culpable de las cosas que nos suceden en el transcurso de nuestra vida. Muchas veces oigo comentarios como: “a partir de hoy ya no creo en nada”, o “Dios me ha castigado y por eso se ha llevado a mi hijo”… Pues no: Él ni se lleva ni trae a nadie. Solamente es nuestra evolución la que nos marca el camino hacia ella.

Amarrémonos a esa fe con fuerza, pues es la única mano que nunca nos fallará y que nos empujará a conseguir y aliviar todos nuestros dolores y sufrimientos. Es la única fuerza que no nos juzga. Por eso ¡no te desprendas de ella! Alivia y potencia tu energía y la vitalidad de vivir, con amor puro y verdadero. Simplemente ten fe: Él nunca te fallará, pues está dentro de ti, con su amor incondicional. Y no olvides que la fe eleva el alma.

Núria Fernández